
- Dr. Juan José Laforet Hernández
- Cronista Oficial de Las Palmas de Gran Canaria
- Cronista Oficial de Gran Canaria
- Hijo Predilecto de la Ciudad
INTROITO ESTIVAL ISLEÑO
Agosto, sol y luna del estío,
entre luminarias y sentires,
eres alegre cantar con el que sueña y danza Gran Canaria.
Una isla hecha lazo de amistad,
melodía y letra en la paz de mil palmas
prendidas en la llama de la historia;
¡ay, mi isla!
Eres verso en mi boca
y eres musa de mis coplas…
La isla toda es una barca marinera
que solita iza la vela
con la que busca los vientos
que quiere conquistar…;
la isla es un sentir salinero
que con la aurora le llega de la mar;
piropos de luceros y de tintineantes estrellitas,
serenata de flores y pinares,
con aroma de brisa temprana,
que los cielos alumbran y brillan
la noche en que sonora proclama
lanza el volcán donde los fuegos
se hacen fiesta atlántica.
Noche estival del ser y sentir,
noche de fuegos y de plegarias,
cuando la luna resplandece
como corona de tu alta cumbre;
noche de guitarras y timples
que susurran muy quedos
en la delicada brisa atlántica;
voces de siglos que reiteran
la presencia señera y galana
de un pueblo con alma de fiesta.
Es tiempo de cantarle a la isla y a sus pueblos,
de murmullos de caracolas y chácaras
que silban la melodía de las olas
y el trinar de la brisa por cumbre y medianías;
son días de luz bravía y de sentimientos encendidos,
noches de luna con collares rutilantes
de algas, conchas y peces…
y la mar, al mirarla, parece que enloquece.
¡Ay, mi Gran Canaria!
Si yo fuera caracola,
de las que cantan por los mares,
siempre estaría contigo,
para alegrar tus sentires.
¡Abrid puertas y ventanas!
Abrid todos los sentidos y los corazones,
que ya llegan las horas que enamoran,
las de luces y fuegos,
las de plaza, campanario y cantares;
¡abrid ojos y corazones!
que ya llega cantando
con sus campanillas de fiestas y de santos,
como luz de los cielos,
ese 10 de agosto del Patrono San Lorenzo.
SALUTACIÓN…
Un pregón es proclama que anuncia y prepara. Anuncia algo que ya llega y prepara lo que va a ser de ello y de quienes lo vivan con íntima y gozosa intensidad. Con la palabra pregonera todos nosotros, todo este Pueblo de San Lorenzo, y con él toda la capital y la Gran Canaria, nos hacemos más conscientes de la proximidad del ser y sentir de unas inmemoriales y señeras Fiestas Grandes en Honor de San Lorenzo y de las gentes que, siglo tras siglos, han vivido confiadas a su bendita palma, y nos disponemos a la participación en unos festejos que son voz y alma de una comunidad, luz y brisa de sus ilusiones y sueños.
Hay quien dice que el pregonero en su cantar no se moja, y es que quién lo dice, por mucho que le hayan contado, o que le puedan decir, no sabe de San Lorenzo, ni sus gentes, de la misa la mitad. El pregonero en cada verso, en cada sílaba, se moja y hasta se empapa de esencias y sentires, de un tiempo que es luz y alma de este pueblo, de la brisa que besa sus laureles y de los rezos de los devotos convecinos, sueña con una noche que es un volcán que quita los sentidos y canta a la madrugada, y se convence que aquí el secreto es su luz, en la que el blanco de la mañana alcanza en la medianoche una definitiva armonía en un estruendo de colores. Y empapado de todo ello, del verdadero ser y sentir de este pueblo, se pregunta ¿para qué estoy yo aquí, si San Lorenzo es por él mismo una llamada, un pregón y un cantar? ¡Ay, mi San Lorenzo! que hasta en tu plaza el sol, la luna y los cielos bailan al compás de una historia grande que no te la puedes ni imaginar.
Agosto es fuego y San Lorenzo isleño volcán
donde la noche estival se detiene
en la sonrisa complacida de una Isla
que, como tú, llena todo un mundo
tan íntimo y tan mágico
que hace del verano primavera del aire
y de los cielos besos de claridades.
Que esto son las fiestas que ya llegan,
cuando el corazón se agranda en sus recuerdos
y el sentir vive de sus latidos,
cuando se busca el sendero en la mirada amiga
y el reloj detiene las horas de la vida,
cuando te piden que dejes el cante
y hasta los requiebros se hacen cantar.
Fuego, estío, noche, luminarias,
luna, luna lunera de San Lorenzo,
que mi corazón se agranda en tu recuerdo
y se me hace pequeño el mundo entero.*
*Dos versos anónimos de Sevilla.
Desde tiempos muy tempranos muchos fueron los caminantes foráneos que se adentraron por las más hermosas sendas e intrincados senderos isleños, dejándonos testimonios muy curiosos y útiles en multitud de escritos de muy diversa naturaleza, desde cartas particulares a libros y crónicas en publicaciones periódicas. Una práctica que, con las mejoras de las comunicaciones, se expandió muchísimo en las islas en la segunda mitad del siglo XIX. Gracias a ellos muchos lugares llegaron a ser considerados como verdaderos puntos característicos e identitarios de la geografía, las costumbres y la historia insular.
San Lorenzo, que aparece de forma clara y abundante en muy diversos documentos oficiales y particulares de los primeros siglos de historia de la isla con el nombre del Lugarejo, y con el de San Lorenzo desde la mitad del siglo XVII, donde se manifiesta ya la importancia y trascendencia que se le daba a este Lugar –y lo digo con mayúscula- tampoco escapó a la presencia, muchas veces inadvertida, de caminantes y viajeros curiosos.
Hoy resulta enormemente sugerente, y diría hasta suculenta, la referencia que a este Pueblo hacía un aún hoy desconocido relator de la “Gran Canaria a mediados del siglo XIX”, pero que, por el contenido de sus diversas crónicas por la geografía insular, y como asevera Simón Benítez Padilla, que lo dio a conocer en 1950 (después de serle regalado el manuscrito original por una familia de Lanzarote), y gracias a una edición del Excmo. Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, parece que conocía “…al dedillo el camino de Teror a San Lorenzo, con su ruinosa Ermita intermedia de San José del Álamo…” que era “…la ruta obligada de Artenara a Las Palmas…”; un trabajo que dedicaba su segundo capítulo a las grandes fiestas con que en octubre de 1852 se celebró la entrada en vigor de la Ley de Puertos Francos, de la que tanto progreso se esperaba en unas islas entonces verdaderamente empobrecidas, fiestas en las que el Pueblo de San Lorenzo, como los principales de toda la isla, participó directamente, aunque no sé si era consciente ya entonces de la importancia que tendría para el municipio, del que este pueblo era cabeza visible, toda aquella pujanza económica y la propia construcción de un nuevo gran puerto en la Bahía de Las Isletas, pues una parte de su territorio se comenzó a poblar masivamente y la carretera de Tamaraceite al Puerto se convirtió en vía neurálgica para el transporte de mercancías y productos agrarios de exportación.
Y ¿que nos decía de San Lorenzo tan inquieto y locuaz viajero, que incluso dejó graciosos y significativos dibujos a lápiz de algunas de las localidades y lugares por los que pasó?
Pues de entrada ofrece una breve y atractiva, hoy diríamos casi periodística, descripción de San Lorenzo y su entorno:
“…La población yace en un profundo valle rodeado de grandes montañas. En las montañas del Norte está un camino que va a dar a Teror, este es muy angosto y algo peligroso, pasase por San José del Álamo; aquí se encuentra una Ermita dedicada a dicho Santo la mayor parte arruinada. En medio de la Iglesia (como está destechada) ha nacido un gran álamo y de aquí la denominación de San José de Álamo…”
A ello añade algo que considero fundamental para que cada cual entienda la preeminencia que en su término municipal tenía ya desde antiguo este lugar de San Lorenzo, al señalar, sin entrar a valorar la exactitud de las cifras, sino el espíritu de lo que se relata, como “…compónese su jurisdicción de 5.000 personas repartidas en los siguientes pagos: Tenoya, Tamarazayte, Toscón, Dragonal, Lauretal y Colmenar…”
Sí señala que en todo el municipio existen cuatro ermitas, y resalta en primer lugar y en breves líneas una síntesis de la historia de la parroquia, que de entrada piropea, y no le falta razón, diciendo que “…es pequeña y aseada…”, para a continuación dejar constancia de como:
“…San Lorenzo que siendo un anejo del Beneficio de la Ciudad de las Palmas, fue erigido en Curato año de 1681, y nombrado por primer Cura, á elección del Deán y Cabildo, el Licenciado Juan González Travieso, cuyo nombramiento y elección confirmó el Señor Obispo Jiménez en 27 de Marzo del mismo año…”
El obispo mencionado se trata del señor Bartolomé García-Ximénez de Rabadán, natural Zalamea la Real, en esa misma sierra onubense que se observa desde la no tan distante ciudad de Niebla, que también tiene por antigua Patrona a la Virgen de El Pino y hoy está hermanada con la Villa Mariana de Teror, que fue profesor de Salamanca y Lectoral de Sevilla y consagrado Obispo de Canarias en Granada, de donde vino como Obispo en 1665 y aquí permaneció como tal hasta su fallecimiento en Santa Cruz de Tenerife el año de 1690. Lo rememoro y traigo a colación no sólo por su vinculación directísima con esta parroquia de San Lorenzo en el arranque de su historia, sino, como señaló el cronista Carlos Navarro Ruiz, “…por su humildad y celo, por sus considerables liberalidades con los pobres…”, dejando tan grato recuerdo que, andando los años, se consideró oportuno por el Ayuntamiento rotular con su nombre una importante calle en el incipiente barrio de Arenales, la afamada calle del “Obispo Rabadán”
Mas no es el pregonar lugar para hacer historia, la historia de un pueblo, de toda su jurisdicción, como la de San Lorenzo, que es una historia grande y compleja que se debe estudiar minuciosamente y con elevada calidad científica como ya han hecho tanto el doctor en historia y destacado poeta Juan Francisco Santana Domínguez, que estoy seguro que seguirá abriendo nuevas y sugerentes páginas, como nuestro querido Sr. Cura Párroco e Historiador, D. Elías Francisco Zait León, a quién me adelanto en felicitar por sus 25 años de ejercicio sacerdotal que cumplirá el próximo mes de septiembre y que también nos ha acercado a la historia del Pueblo y de la Parroquia a través de interesantes páginas y de Jornadas de Estudios de Historia, a los que este pregonero, y toda la ciudad actual de Las Palmas de Gran Canaria, que hoy mira al futuro y al progreso conformada por los territorios de los antiguos municipios de San Lorenzo y de Las Palmas, debemos estar agradecidos por la oportunidad de conocimiento que nos han brindado.
Pero si permítanme un primer recuerdo, muy entrañable para este pregonero. El de la lección histórica que, atendiendo la llamada del inolvidable y carismático D. Antonio Martel Rodríguez, a través de Luis Armando Doreste, de la Tertulia “Víctor Doreste”, tuve el honor y la suerte de poder pronunciar en esta misma plaza allá por agosto del año 1981, dentro de los actos conmemorativos del Tricentenario de la creación de esta parroquia, que además lo era de su jurisdicción civil, pues en sus años de mandato, entre 1679 y 1683, fue nombrado primer “Alcalde Real de San Lorenzo” el ya inolvidable Salvador Rodríguez, -aunque alcalde del Lugarejo hubo desde 1634 con Lázaro de Ortega-, y ambos acontecimientos deben ser memoria imborrable para un pueblo señero como este.
Quizá por ello, por la trascendencia inesperada que tuvieron aquellos orígenes, comenzaba mi intervención del año 1981, de la que se publicó un extracto en la inolvidable Revista Aguayro, señalando que “…la feliz efeméride incita al estudio de 300 años de historia, de incidencias que, en muchos casos, afectaron a toda la isla y llevaron a muchos de los hijos de este lugar por las remotas rutas del océano…”, entre ellos algún que otro pariente mío que también era natural de este municipio.
Desde un primer momento debí proclamar entonces algo que reitero hoy, la característica que ha señalado a los hijos de este Lugar y Pueblo de San Lorenzo desde sus orígenes, su capacidad de esfuerzo, sacrificio y trabajo constante en pro de los retos que se ha formulado a través de los siglos, y de lo que estas Fiestas Grandes son una realidad palpable, impulsadas siempre por una inquieta, valiente y tenaz Comisión Organizadora, que pasa de generación en generación, a la que habrá que estar siempre muy agradecidos. Se trataba un curioso y poco conocido acuerdo del Cabildo Catedral, con fecha de 227 de septiembre de 1680, que señalaba como “…al memorial de los vecinos del lugar de San Lorenzo en que piden se sirva el Cabildo erigir en Parroquia la ermita que allí tienen atento al mucho vecindario y hallarse dotada la lámpara para el Santísimo se acordó que acudan al Señor Obispo sin perjuicio del derecho del cabildo…” a lo que añadía entonces como era un texto revelador “…pues evidencia el tenaz esfuerzo sostenido por el vecindario de San Lorenzo para sacar adelante los diversos trámites que requerían…”, gracias a los que “…meses después el éxito coronaba sus noble deseos…”
También aquella lección histórica se dedicaba a un primer y pétreo vínculo de estos parajes del Lugarejo, bien conocidos desde la llegada de los primeros conquistadores de la Isla, con el centro histórico de la capital grancanaria, gracias a lo que supuso la apertura y existencia de la “Cantera del Cabildo Catedral”, que el propio primer arquitecto del templo, Diego Alonso Montaude, ya seleccionó para la obra de la Catedral de Canarias en el mismo comienzo del siglo XVI, una cantería hermosa y sobria que desde el corazón de las tierras del Lugarejo pobló, poco a poco, muchas de las más principales edificaciones de la vieja Vegueta. En el siglo XX se utilizó una vez más, de forma excepcional, cuando se construyó el Seminario en Tafira Baja; hoy muchos de sus edificios son aulas y laboratorios de la actual Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, que tiene así un significativo vínculo patrimonial con este Lugar de San Lorenzo.
Pero volvamos a nuestro anónimo viajero, al que, al parecer, sus pasos le condujeron a San Lorenzo desde Santa Brígida, pues inicia su texto señalando como este Lugar dista de allí a “…dos leguas de mal camino…”; era la época en la que apenas se desbrozaban las primeras redes de carreteras insulares, y el estado de los antiguos caminos reales y senderos secundarios no era el más óptimo para una geografía tan accidentada y dura, como la señala ya entonces el propio Agustín Millares Torres. Y en esa apertura de carreteras que marca la segunda mitad del siglo XIX, y mucha de la obra del inolvidable ingeniero Juan de León y Castillo, está el costoso, polémico y difícil trazado de la carretera de Las Palmas a Agaete, a propósito del cual, a comienzos del año 1865, se expropian terrenos en el término de San Lorenzo, tal como se ordena en el Boletín Oficial de Canarias, y recoge el periódico grancanario EL PAÍS del 3 de febrero, dando una curiosa e interesante nómina de los propietarios afectados. El municipio de San Lorenzo estaba ya en la encrucijada del desarrollo y las transformaciones que a partir de entonces habrían de cambiar rotundamente a la Isla y en especial a la capital grancanaria.
Y en la luz de esta historia pregonera de tanto ser y sentir isleño, de tantas ilusiones y de tantos agravios, de tanta mirada puesta en el porvenir una y otra vez, los versos parecen ser la llave que abra puertas de esperanza y de hermandad.
Cuatro cositas quisiera
cantarte por folías y saltonas,
cuatro palabras te diría
arropaditos en la niebla de tu mirá.
Que las cositas que yo pienso,
pa que no sufras condena ni ausencia,
en silencio voy cantando
con susurros de laurel y de brisa temprana.
Que en tu mirar se adivina
la presencia de gente buena,
la tempestad de otros vientos
y la pena de mis tormentos.
Que todo se apaña en la vía
con la luz del tiempo y la voz de la paciencia;
pero la sangre que corre por mis venas,
cuando canto, siempre me traerá dolores de otros llantos.
Que mis recuerdos no están muertos
ni viven en soledad,
que son parte del canto de un pueblo
desde el día que recuperó su libertad.
Si una temprana referencia a San Lorenzo en los periódicos grancanarios del siglo XIX aparece en la fecha temprana del 20 de enero de 1861, cuando el Boletín Oficial Eclesiástico -impreso en la pionera Imprenta La Verdad, de la Plaza de Santa Ana nº 2-, daba cuenta del párroco de este Lugar, Cristóbal Ramírez, al que meses después sustituiría Manuel Suárez; un Boletín que también daría cuenta al año siguiente de la visita episcopal que monseñor Fray Joaquín Lluch y Garriga, realizó a la parroquia el 25 de junio de 1862, con misa solemne, confirmaciones y charlas pastorales, partiendo, tras la comida, hacia la Villa Mariana de Teror, donde pernoctaría ese día, la crónica periodística sobre las fiestas de este Pueblo aparece ya el 1 de agosto de 1865 en EL PAÍS, periódico grancanario de intereses materiales noticias, instrucción pública, literatura y comercio (1863-1869), también impreso en la Imprenta La Verdad, que daba cuenta de como “El 10 del corriente se celebrará en el vecino pueblo de San Lorenzo la fiesta a su patrono, con la solemnidad de costumbre. Predicará el Sr. canónigo de esta Santa iglesia Catedral D. Gregorio Chil –tío del célebre Dr. Gregorio Chil y Naranjo, fundador de El Museo Canario-, y la víspera por la noche se quemarán variados fuegos artificiales. La feria deberá estar muy animada.”
Sin embargo, sería hace 150 años exactamente cuando el mismo periódico, EL PAÍS, el 16 de agosto de 1867, publicó la que podemos considerar la primera crónica extensa de lo que había acontecido ese año en estas fiestas; un texto, entre serio y jocoso, de enorme significado para comprender la importancia y la trascendencia que ya tenían aquellas fiestas, que son estas mismas de ahora 150 años después, como festejos del núcleo que encabezaba aquel antiguo y extenso municipio.
“…Los festejos estuvieron concurridos y animados, y los fuegos artificiales, obra del pirotécnico D. Pedro Rodríguez, fueron bastante aplaudidos. En los ejercicios piadosos de la víspera, lo mismo que en la solemne función del día del patrono, predico el Sr. chantre de esta Catedral D. Antonio María Botella….”
Si reseña como “…seis soldados de rigoroso uniforme hacían guardar el orden; medida acertada, que impidió algunos escándalos y pleitos suscitados en la madrugada, cuando los vapores del vino se habían localizado en las buhardillas de aquellas cabezas destornilladas…”, también lo hace de la “…función religiosa del día 10, que fue solemnizada por una gran orquesta de tres músicos y medio…”. En cuanto a los festejos narra como
“…Después de quemarse los fuegos artificiales (…) se convirtió la plaza en un completo jolgorio donde quiera se improvisaban bailes y las parrandas y jaleos…”, y señala el anónimo cronista como “…entre varios cantares que oí, al son de destempladas bandurrias, llamaron mi atención los siguientes, tanto por el concepto que encierran como por la corrección del lenguaje…”, y recoge unas graciosas estrofas que cantaban:
“Alza la voz un poquito,
que me dá gusto en uyirte:,
pareces ángel del cielo
que á solo cantar veniste.
Por tus amores, Francisca,
diré a Argel y golveré;
del rey moro te trairé
una surtija morisca.
Sin embargo, no duda en concluir tan expresiva e histórica crónica de hace ahora 150 años como “…cada uno se divierte del mejor modo posible, y estas gentes sencillas cifran toda su felicidad y recreo en tales días, y en tales fiestas. Esto basta a sus aspiraciones…” Y esta propia forma de diversión, del ser y sentir de un pueblo, de sus gentes y de quienes les visitan, es ya un verdadero pregón que llama a las fiestas, a la sana alegría compartida, a los sueños de una noche de verano, donde el cantar ensimismado canta por sí mismo “Memorias de San Lorenzo”
Venga agosto y venga el regocijo,
San Lorenzo amanece por la Isla toda.
Repiquen las campanas y las alegres canciones;
agiten palmas y fuegos
sentir de un pueblo,
grito, sueño, latido y oda.
Venga el sol del estío
a prenderse en tu mirada,
y del fondo de tu alma,
de pueblo blanco antiguo,
poetas y cantores soñarán
requiebros de un duende
que habita tus noches
que son …
del color de los cielos.
En el callejón de los vientos,
sin susurros ni silencios,
vienen a todas horas,
con faroles de oscuras lucecillas,
aromas de los campos y el frescor de los montes
que son el primer pregón de un verano hecho fiesta
y de la noche que ya canta por alegrías.
Valle y montaña, campo y plaza,
presencia fúlgida que atesora
querencias y sentires seculares,
presencia grácil del ayer
que es alegría y paz de las miradas,
y una palmera encendida de fuegos en el cielo
que se queda en la palma de mis manos,
que es mi pueblo sombra y luz en la memoria,
y por santo y seña lleva tu gloriosa parrilla.
San Lorenzo, pueblo y estío,
galano recuerdo de los amores míos,
en las ramas de mi vida,
-como me sugirió un lejano poeta-
hay tres verdades prendidas
que te quise, que te quiero
y que te querré mientras viva*.
*Tres versos de Aurelio Verde (Sevilla,1969)
Al llegar los días de estas antiguas y señeras Fiestas de San Lorenzo, hoy también Fiestas Grandes de la Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria por todo lo que este antiguo municipio y su Lugar de San Lorenzo han significado para la Gran Canaria y su capital, no es de extrañar que más de un alcalde, a modo de proclama oficial, haya expresado el deseo de “…que tanto propios como foráneos estén disfrutando y sigan haciéndolo de nuestras emblemáticas fiestas de San Lorenzo…”; y hacían bien en señalarlo con la misma entrañable naturalidad y familiaridad con la que aquí, década tras década, la inmensa mayoría de los vecinos se han referido con gran cariño a unas fiestas que siempre se han tenido por fiestas grandes y principales, primero de su propio municipio y luego de toda la Muy Noble y Muy Leal Ciudad Real de Las Palmas de Gran Canaria, unos títulos al que habría que añadirle, tal como solicitó en 1910 el célebre periodista y diputado Luis Morote, el de “Ciudad Magnánima”, por el noble temperamento, la grandeza de espíritu y un comportamiento de generosidad que sus gentes han mostrado a través de su historia de 539 años, pero que aquí en San Lorenzo, entre su vecindario, entre el de todo el extenso territorio que conformaba este antiguo municipio, se hace aún más patente, pues de enorme magnanimidad debemos calificar la grandeza de su noble y generoso proceder cuando incluso todo les fue adverso y trágico. En nombre de San Lorenzo, en reconocimiento a su vecindario, en el pregón de sus grandes fiestas me atrevo a solicitar, humilde, pero firmemente, que se añada a los títulos de la actual capital insular el de “Ciudad Magnánima”
Que las Fiestas de San Lorenzo son Fiestas Grandes no lo duda, ni se le esconde a nadie hoy en todo este municipio amplio, populoso, atlántico y cosmopolita que tanto le debe a San Lorenzo y a su vecindario de todos los tiempos; pero su grandeza y señorío tuve la suerte de percibirlo, de grabarlo a fuego en los surcos del alma, ya en los años de la infancia en el seno de mi familia, al ver a mi abuelo prepararse con su mejor indumentaria -terno negro, camisa blanca, corbata y sombrero de ala ancha- cada año el día de San Lorenzo para acudir desde muy temprano a las Fiestas (con mayúsculas) de su pueblo natal. Recuerdo su rostro feliz, alborozado por reencontrarse con familiares a los que no tenía la oportunidad de ver a lo largo del año y con los que luego almorzaba, pero, sobre todo, como al día siguiente me contaba, por asistir a la solemne función religiosa, en un templo abarrotado de convecinos, engalanado con multitud de ramos de flores multicolores y el aroma del incienso envolviéndolo todo, y luego poder seguir la procesión y disfrutar de una concurrida feria de ganado. Es mi segundo recuerdo personal de estas Fiestas en esta noche pregonera.
Al contraluz de la tarde
se presiente la silueta,
imponente en su nostalgia,
de un pueblo que llama a sus fiestas.
San Lorenzo es historia,
emblema y estandarte,
una visión que te reclama
en su leyenda, en su embrujo
y en su ilusión; anochece,
y la plaza se enciende,
de mil colores en el cielo,
de luna festera y un cantar de amanecida.
Asomaíta a su ventana
la niña chiquita
no quita vista a su Barranco del Cortijo
que no quiere dormirse con el tiempo
pa que sus pupilas
se llenen de luces
que le parecen los mismos luceros;
ya maduran los deseos
y el Santo Patrono sobre su parrilla
como sugerente peana, surge en la mañana
rodeado de amor como una isla,
con su pueblo como horizonte a la mano
y medicina que cura las soledades.
Decir que no te he soñado
no lo puedo decir yo,
que el corazón es puente
entre la vida y los cielos
cuando a estas fiestas entre cantares ya voy.
Vino la luna isleña
prendida de querencias a estas fiestas,
poetas y cantores han soñado con ellas
y hasta un duende de fuegos
quiere ser su amante;
era una noche de sinigual estío,
del Lomo del Calvario al Llano de los Naranjos,
del Estanque a la Huerta de las Mimosas,
cuando San Lorenzo encendido de estrellas
a una cantaba malagueñas; era noche silente
que ya, en su mismo recato, pregonaba las fiestas
que llegaban con paso alegre.
San Lorenzo es antigua emoción,
inquietos sentires de siglos
que vibran en su intimidad;
es gente buena y familia grande
que a su Patrono organiza una fiesta
y le dedica una novena,
le enciende fuegos y luminarias
y el presbiterio de su señero templo
lo llenan de flores a rebosar,
cuando el santo se adelanta en su altar
pa que le bese su gente
y la plaza se llene de isas y saltonas;
por eso cada año vuelve de los cielos
pa estas sus fiestas grandes,
fiestas de una isla y su capital,
Fiestas del Pueblo de San Lorenzo.
Es por todo ello, y antes de poner punto final a este cantar pregonero, que con enorme emoción y hondo afecto, debo dejar patente mi gratitud por la oportunidad, por el regalo que me han hecho de poder pregonar unas fiestas que son tan señeras para la isla y para su capital, pero que también son muy evocadoras para este pregonero. ¡¡¡Gracias San Lorenzo!!!
También proclamar y pregonar la grandeza y justicia del homenaje y reconocimiento que en este mismo acto recibirá el histórico y abnegado Cuerpo de Bomberos, cuya fundación hace ahora 150 años la protagonizó uno de los alcaldes más dinámicos de la ciudad de Las Palmas, Antonio López Botas, como reseñan en su Historia del Cuerpo Municipal de Bomberos (1867-197) los doctores Encarna Galván –actual Concejala de Cultura- y Manuel Ramírez, y a los que también dedica un hermoso recuerdo, esta misma mañana en el periódico La Provincia, el Cronista Oficial de Teror, municipio que tanta historia y fraterna relación ha tenido siempre con este Pueblo de San Lorenzo. Aquí viene también otro recuerdo personal. El de mi otro abuelo, el paterno, que, en su condición de arquitecto municipal, allá por los últimos años de la década de los años veinte del siglo pasado, ejerció el cargo de Jefe del Cuerpo de Bomberos, e introdujo la práctica del ejercicio diario de la educación física.
Llegan ya los días de agosto, días en que los fuegos de San Lorenzo serán santo y seña de toda la Gran Canaria, horas en que la convivencia y hasta la “conbebencia” alegre y participativa de vecinos y foráneos harán de su plaza y de sus calles un verdadero hogar isleño, momentos cuyas imágenes y estampas pervivirán en nuestra alma como parte del ser y sentir grancanario.
Que el Santo Patrón irradie sobre todos nosotros su fuego de amor, hecho mensaje de paz y solidaridad, que su palma sea una de las cuatro con las que se refunda el actual y populoso ahora Real de las Cuatro Palmas, al añadirse la de San Lorenzo; que las Fiestas sean testimonio del saber compartir y de la hospitalidad que siempre ha señalado a San Lorenzo y su vecindario, que con su buen hacer parece que el lema del escudo municipal está hecho para ellos: “Segura tiene la palma”.
¡¡¡VIVAN LAS FIESTAS DE SAN LORENZO 2017!!!
¡¡¡VIVA SAN LORENZO!!!
¡Que disfruten de unas Fiestas muy felices para todo este gran Pueblo!